La afición malaguista llevaba muchos años añorando las largas tardes festivas, y hoy nadie se ha movido de su sitio en un estadio abarrotado por veinte mil almas, treinta minutos después de haber acabado el encuentro, con los jugadores malaguistas exhibiendo su alegría.
Todo lo contrario que los jugadores del Celta Fortuna, que ven perder la gran oportunidad de acceder al fútbol profesional.
El partido no ha sido tan brusco como yo esperaba. Se han registrado choques y encontronazos bastante fuertes pero el árbitro ha sabido estar en su sitio y moderar un partido de eliminación de máxima rivalidad.
En la primera parte el Málaga CF jugó dormido y sin muchas ganas de correr hasta que le endosaron el gol en una jugada cien por cien individual, una obra maestra colándose entre los defensas malaguistas para burlar por bajo la salida del portero.
El cero a uno descolocó a los jugadores malaguistas que no llegaron a tirar a puerta con claridad en toda la primera mitad.
La segunda parte fue desgastando a los jugadores del Celta y el desbarate de la defensa propició el primer gol del oportunista Roberto.
Al Celta Fortuna no le valía para nada el empate, entró en pánico y el desgaste durante la segunda mitad fue dejando su estela, creciendo al punto que ya no se veían esos intentos de ganarle la espalda a la defensa malaguista.
Como dije en mi artículo de principios de esta semana, al Celta Fortuna había que pararle las carreras y no permitirle otro empate como el de Balaídos.
Los partidos duran 100 minutos porque después del minuto 90 es el árbitro quien señala el final con los dos brazos extendidos en dirección a los vestuarios.
Todavía tengo en el entrecejo el gol del empate en el último minuto en Balaídos.
Se parece mucho a lo de la marchadora española que ayer perdió su medalla en el Mundial de atletismo por celebrar su triunfo diez metros antes de llegar a meta.
Hoy hasta que no ha pitado el árbitro, los jugadores del Málaga CF no se han bajado la guardia.
Felicidades a Sergio Pellicer y al Málaga CF.